Por Catalina Morales

¿Madurar es aprender a respetar cada vicio en sí mismo?
Mis amigos ya no soportan el licor.
Han decidido dejar de tomar porque les cae mal al estómago.
Yo les digo que un excelente remedio para el mal de estómago
es un trago de whisky.
En realidad es de cognac,
pero nadie tiene plata para conseguir cognac.
El whisky es un buen sustituto;
en el mismo rango está el brandy.
He decidido que
envejecer es:
escribir sobre los males de estómago.
Ellos me verán tomar sola.
Poco a poco,
ellos dejarán de comer picante
y tomar café,
supongo.
Mi estómago ha trascendido las barreras.
Quisiera
que los estómagos de todos mis amigos
pudieran hacer lo mismo.
Me quité los males estomacales a punta de maltrato;
creé un cayo en mi flora intestinal.
Por eso cada vez
es más solitario tomar.
Me verán de lejos,
desde arriba,
supongo yo,
en el ojo de un
patético huracán;
con un estómago danzante,
bailando de la mano
de todos los placeres que ellos abandonaron
por no ser placeres,
por no ofrecer suficiente retribución.
Tengo los ojos bien abiertos.
Siempre he dicho:
uno tiene que ser más fuerte que lo que se mete.
Mi estómago
está congelado
en el tiempo,
mi vida también.
Collage por Amaranta Sánchez
Texto por Catalina Morales
Catalina tiene un gato gordo llamado Marlowe, hace crítica cinematográfica y detesta la explotación laboral. También es Maestra en Artes de la Universidad de los Andes, donde ha ganado premios por su investigación "La mirada del fantasma".
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