top of page

Cuerpo plastilina

Alejandra Cubillos Garay

Actualizado: 24 feb

Por Alejandra Cubillos Garay



A mí me gusta el cuerpo plastilina, el cuerpo papel, el cuerpo que se derrite, que se deshace, que se desbarata. Un cuerpo que cabe en las manos y no sufre, se puede aplastar, estirar, que se rompe y se pega.


El cuerpo es todo porque el cuerpo es materia, es la única forma de materia que conoceremos, que tenemos para conocer lo que es materia y los demás materiales. Este cuerpo recortable es infinito. Este cuerpo es posible en otros cuerpos, se puede hallar en todo y, además, es un cuerpo permeable.


Se me olvida escribir a veces porque ahora tengo la mala costumbre de tener sensaciones intensas e inexplicables, experiencias con la materia que ni el mejor enredo de palabras puede describir. Pero un cuerpo plástico sí, lo acepto, me convence, un cuerpo para armar y desarmar, un cuerpo portátil que pesa menos que el propio. Como un muñeco donde el único propósito sea ser como la plastilina, como que te transformas siendo en esencia lo mismo, como que puedes ser lo que sea.


Pero,                    

tal vez,                              

quizá,


de pronto


no necesitamos un cuerpo plástico, el nuestro ya es suficientemente maleable. De pronto queremos un cuerpo sin las responsabilidades de tenerlo, de cargarlo, de cuidarlo, de procurar no romperlo. Queremos un cuerpo que no duela, para que podamos ocuparnos de otros temas, tal vez así seríamos más inteligentes, tendríamos más tiempo para usar la cabeza. Un cuerpo que no engorde, que no pese y estorbe, que no tenga necesidades como el frío, el hambre y que no envejezca, porque

¡cómo debe de doler envejecer! 


Hay que quitarnos de una vez el problema de habitar, de la necesidad voraz de un espacio donde residir.


¿Hay que acostumbrarnos al cuerpo?


¿Por qué necesitamos una casa, una calle, una ciudad, una cama?


¿Por qué hemos inventado objetos que sostengan o aguarden otros objetos?


¿Qué sostiene nuestros cuerpos?


Lo difícil ha de ser afrontar la vida con un cuerpo y no como una idea, afrontar la vida en acción, en verbo, en movimiento. Tener que ejercer las fuerzas múltiples para poder existir. Lo difícil es vivir así, eso sí que cuesta. Porque seguro las ideas no se mojan o se hinchan o se enferman, son solo ideas. Pero las personas, las personas con cuerpo, nos levantamos todos los días cargando el cuerpo con las ideas atrapadas, atascadas o deslizándose por las tripas.


Texto e ilustraciones por Alejandra Cubillos Garay

Alejandra estudió Literatura y Arte en la Universidad de los Andes. Decidió enfocarse en textiles; tener un oficio en las manos mientras todo pasa. Le gusta escribir, aunque a veces lo deja de lado.



Comments


bottom of page